Esta entrada la publico tres meses después de asistir al curso de macarons de Paco Torreblanca y todavía no me creo que haya estado allí aprendiendo a hacer esta especie de galleta o pastelito endemoniado que se me resistía.
Por fin lo conseguí, no sin la ayuda de sus hijos Jacob y David, quienes vinieron en mi ayuda cual ogro Sherk a salvar a su princesa, en mi lucha con la manga pastelera que se había confabulado contra mí.
Por fin lo conseguí, no sin la ayuda de sus hijos Jacob y David, quienes vinieron en mi ayuda cual ogro Sherk a salvar a su princesa, en mi lucha con la manga pastelera que se había confabulado contra mí.
Fue una mañana apasionante si te gusta la pastelería. Todo limpio, ordenado, medido, preparado, estudiado hasta el último detalle. Intenté no perderme nada y eso que se me hacía imposible no desviar la vista del maestro Torreblanca hacia las manos de Jacob quien, a mi derecha, y en otro obrador, trabajaba el caramelo. Una verdadera obra de arte.
Pero este es otro tema. Cogí tantos apuntes que parecía que iba a hacer una tesis doctoral, pero es que Paco Torreblanca es una mezcla de enciclopedia y abuelo cebolleta juntos. Por una parte las explicaciones técnicas de todo lo que hacía, por otra, anécdotas de su vida contadas de una manera tan cercana que me engancharon totalmente. Empieza la clase:
Llevan frambuesas, oro y plata comestibles, té matcha, entre otros ingredientes maravillosos. Los hizo de dos tamaños. De bocado y para compartir. Difícil decidirse por uno.
Y tras la clase magistral llegó el momento de poner todas las enseñanzas en práctica. Nos dividimos en grupos y tuve la inmensa suerte de que una de mis compañeras fuera Verónica, autora del blog Tarta Decor y que se daba una maña... que ni os cuento. Menos mal, porque una cosa es ver la maestría de Paco y otra ponerte tú manos a la obra con la dichosa manga pastelera.
Las primeras pruebas encima de la mesa me salieron auténticos "churros", hasta que, como he escrito al principio, vinieron en mi ayuda las ayudantes y los dos hijos del profesor.
Parece que la cosa empieza a enderezarse.
Una vez hechos los macarons y metidos en el horno comienzan las explicaciones de los rellenos. Un mundo apasionante. ¡Qué pena que no podáis olerlos ni probralos!
He aprendido utilidades y curiosidades de la bergamota y también, que con el aroma que desprende, Paco conquistó a su mujer; que hay treinta clases de macarons con características diferentes; que en la masa de los macarons, el brillo es fundamental; que la mejor almendra para hacerlos es la marcona; que es mejor congelarlos (si no llevan frutas naturales); que si ponemos por encima de los macarons coco rallado hay que tostarlo primero para que no transmita grasa... Necesitaría muchos folios para resumiros todo lo que nos enseñó, pero una de las consignas que repitió –y por ello creo que para él es importantísimo, y yo como alumna disciplinada que soy voy a hacerle caso– es que: “Los sabores hay que tenerlos primero en la cabeza, porque si no podemos arruinar el sabor final”.
Pero este es otro tema. Cogí tantos apuntes que parecía que iba a hacer una tesis doctoral, pero es que Paco Torreblanca es una mezcla de enciclopedia y abuelo cebolleta juntos. Por una parte las explicaciones técnicas de todo lo que hacía, por otra, anécdotas de su vida contadas de una manera tan cercana que me engancharon totalmente. Empieza la clase:
Llevan frambuesas, oro y plata comestibles, té matcha, entre otros ingredientes maravillosos. Los hizo de dos tamaños. De bocado y para compartir. Difícil decidirse por uno.
Y tras la clase magistral llegó el momento de poner todas las enseñanzas en práctica. Nos dividimos en grupos y tuve la inmensa suerte de que una de mis compañeras fuera Verónica, autora del blog Tarta Decor y que se daba una maña... que ni os cuento. Menos mal, porque una cosa es ver la maestría de Paco y otra ponerte tú manos a la obra con la dichosa manga pastelera.
Las primeras pruebas encima de la mesa me salieron auténticos "churros", hasta que, como he escrito al principio, vinieron en mi ayuda las ayudantes y los dos hijos del profesor.
Parece que la cosa empieza a enderezarse.
Una vez hechos los macarons y metidos en el horno comienzan las explicaciones de los rellenos. Un mundo apasionante. ¡Qué pena que no podáis olerlos ni probralos!
He aprendido utilidades y curiosidades de la bergamota y también, que con el aroma que desprende, Paco conquistó a su mujer; que hay treinta clases de macarons con características diferentes; que en la masa de los macarons, el brillo es fundamental; que la mejor almendra para hacerlos es la marcona; que es mejor congelarlos (si no llevan frutas naturales); que si ponemos por encima de los macarons coco rallado hay que tostarlo primero para que no transmita grasa... Necesitaría muchos folios para resumiros todo lo que nos enseñó, pero una de las consignas que repitió –y por ello creo que para él es importantísimo, y yo como alumna disciplinada que soy voy a hacerle caso– es que: “Los sabores hay que tenerlos primero en la cabeza, porque si no podemos arruinar el sabor final”.
Y si de sabores hablamos, os hubiérais quedado impresionados con el de las flores de almendro confitadas (en la fotografía de abajo) o el de una confitura de pera, piña y cardamomo o el de otra de manzana con miel y azafrán...
Y llegó el momento: macarons recién salidos del horno:
También tuve la suerte de compartir el curso con Suny del blog Olivas en la cocina. Que se acercó a ver qué tal me habían salido los dichosos macarons.
Una vez emparejados, hay que rellenarlos y en eso estoy en las fotografías de abajo.
Imposible resistirse a uno de estos pastelitos rellenos de crema de café:
Y en está foto preparando las cajas para llevárnoslos a casa:
Y no puedo dejar de alabar la mesa de desayuno que nos esperaba: se me caía la baba (en sentido figurado, ¿eh?)
Y este es el otro extremo de la mesa con unas empanadillas que estaban "de muerte". Y es que el hojaldre de Torreblanca es inigualable.
Y, cómo no, tengo que terminar la crónica de mi curso en la International School of Pastry Arts con una foto en la que aparezco con el maestro pastelero.
Estoy deseando volver...
Estoy deseando volver...
Todas las fotos son mías y de mi marido, que actuó de fotógrafo consorte. Podéis utilizar las que queráis sin pedir permiso porque se nota a la legua que no son de Paco Solana.
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